martes, 30 de noviembre de 2010

Los grandes beneficios obtenidos buscaron pronto otros objetivos. La industria algodonera sirvió de motor para el desarrollo de la industria química: blanqueado (lejías, detergentes a base de cal y sales), tinturas, fijadores, no ya de origen vegetal o animal como se utilizaban anteriormente, sino a partir de combinaciones de elementos minerales tratados convenientemente.
La industria textil algodonera se concentraba en el noroeste de Inglaterra, alrededor del condado de Lancaster (Lancashire), en ciudades como Leeds, Manchester o Chester y el puerto y centro comercial de Liverpool, una zona bien comunicada y dotada de ríos, necesarios para mover las hiladoras que se empleaban en el siglo XIX. La mecanización textil se difundió en el continente –Francia, Bélgica, la Confederación Germánica o España (Cataluña)– desde 1830, a medida que iban caducando las patentes. Mientras que en Inglaterra el telar mecánico se impulso entre 1834-1850, en el resto de las zonas no lo hizo hasta 1870, coexistiendo hasta entonces con el manual.
La Revolución de los transportes: el ferrocarril, el barco de vapor y el desarrollo siderúrgico
El ferrocarril, es decir, los vagones que circulaban sobre unas vías de hierro, eran utilizados ya en el siglo XVIII para la extracción minera.
En 1825 Stephenson aplicó la maquina de vapor capaz de desplazarse (locomotora) como fuerza de tracción para arrastrar
estos vagones. que antes eran tirados por caballos y personas. La idea de desplazarse así por vía terrestre supuso la aparición del ferrocarril moderno, como medio de transporte para mercancía personas.

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